Cuando pensamos que vivimos aislados, nos comportamos como si lo estuviéramos. Nos perdemos en la rutina diaria y, en ocasiones, creemos que la vida pasa a nuestro alrededor sin tocarnos. Parecemos hacer parte de una película proyectada por detrás de nosotros, en la cual, una mano invisible se encarga de cambiar la escenografía a su antojo, sin que nosotros podamos cuestionarla en absoluto. Vemos personajes que entran y salen de nuestra vida, recorremos lugares, y más frecuente de lo que quisiéramos, nos sentimos como inútiles observadores en un mundo que está condenado a la autodestrucción.
Creemos que eso es vivir. Cuando en
cierta ocasión le pregunté a un amigo cuántos años llevaba
trabajando en su empresa, respondió ante mi total asombro: -Uno. Los
otros treinta fueron repetición de ése-
Si nuestra vida sucede dentro de una
patética monotonía, podríamos pensar que nuestro llamado en este
planeta se limita a repetir un oficio mecánicamente. A observar y a
juzgar sin aportar algo que sea útil para promover un cambio en
nuestra tediosa existencia.
Lo paradógico es que todo a nuestro
alrededor es una proyección de nuestro estado mental, así que es
imposible ser observadores sin afectar el entorno que vemos. Es así
como nuestro verdadero llamado es el de fomentar un cambio que debe
empezar dentro de nosotros mismos y luego extenderse hacia el
universo en conexión y armonía. Todo está conectado más allá de
lo que pensamos.
Los átomos de tu cuerpo provienen de
la explosión de gigantescas estrellas. Eres parte de ellas. El
universo no es algo que se encuentre arriba de tu cabeza está,
literalmente, dentro de ti. Cada paso que des encaminado hacia la
sanación de tu mente será un enorme paso hacia la sanación tu
entorno.
No es una utopía pensar que algún
día los seres humanos comprenderemos que de la manera en que nos
tratamos los unos a los otros y a nuestro medio ambiente es la misma
manera en que nos tratamos a nosotros mismos. Cuando arrojamos un
papel a la calle nos agredimos a nosotros mismos, pero no nos parece
que así sea, como tampoco nos parece que esos tragos de más, esas
sustancias psicoactivas que usamos sean también una agresión para
nosotros y para quienes están alrededor nuestro.
La naturaleza es una expresión de la
perfección que está relacionada contigo mismo. Tú eres parte de
ella. Vertías en los ríos el veneno de tu propia mente, cortabas
los árboles y destruías los mares que generaban el aire que
respirabas. Una vez te amas, amas todo porque sabes que todo hace
parte de ti.
El mundo exterior no va a cambiar primero para que tú seas feliz. El cambio debe iniciar desde adentro. Cuando limpies tu mente y tu corazón de viejos rencores y culpas, entonces, te empezarás a sentir libre. Te amarás, te perdonarás y dejarás de castigarte. Lo que te hace daño dejará de tener valor para ti, y finalmente, empezarás a valorar todo lo que te brinda verdadera paz. Dañar a la naturaleza o a alguien más será una posibilidad que no contemplarás, pues tendrás la plena certeza que solo te estarías lastimando a ti mismo. Una vez hayas hecho esta limpieza interior todo tu entorno cambiará también y de esta manera la destrucción dará paso a la preservación.
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